Corazón abierto

Mi felicidad, mi responsabilidad

Cuántas veces en tu vida has dicho… seré feliz cuando me den ese trabajo con el que sueño; cuando mi pareja me pida matrimonio; cuando mi jefe me valore, agradezca y reconozca mi trabajo; cuando otros vean la extraordinaria persona que soy; cuando llegue una pareja que me ame; o tan de moda en estos tiempos, seré feliz cuando pase la cuarentena y todo a mi alrededor vuelva a la normalidad.

Al llegar a esta vida, se nos fue enseñando que nuestra felicidad dependía de que todo en nuestro entorno estuviera bien y que los otros debían contribuir para hacernos felices. Entonces asumimos que la responsabilidad de nuestra felicidad no es nuestra, sino de lo exterior

Y por otro lado, otra de esas lecciones de vida que aprendemos es la que nos dice que es mejor vivir con el castigo psicológico propio, es decir, con la percepción de vernos como víctimas. Y así ante una situación difícil es más fácil ponernos en el papel débil, de que al ser algo que nosotros no podemos controlar, somos víctimas de las circunstancias o de las personas

La mayoría en algún momento de nuestras vidas hemos actuando bajo alguna de estas premisas. Yo personalmente te diría que lo he hecho muchas veces, de repente si mis hormonas andan a todo o cuando mi lado dramático anda intenseando, toma poderosamente la actitud de víctima o comienza a delegar responsabilidades a otros.

Y no creas que esto me hace sentir muy orgullosa, de hecho ya pasada la situación, si me doy cuenta que no actué de la mejor forma, pero ni cómo regresar el tiempo. 

Algo de lo que he aprendido y sigo trabajando, es que una de las claves para no actuar así es la presencia plena. Cuando uno está con todos sus sentidos, no se reacciona impulsivamente, no se responde por instinto sino con consciencia.

Cuando estamos conectadas con nosotras mismas sabemos que ponernos en el papel de víctimas no nos suma, no aporta a favor de nuestras vidas ni de la quien nos rodea, y entonces asumimos nuestra responsabilidad, pero también nuestro compromiso con nosotras mismas y con querer estar bien. 

En estos tiempos, donde más que nunca nuestro entorno no tiene las mejores situaciones. Quizás nos tiene alejadas de la gente que queremos, quizás nos tiene limitadas a sentirnos libres, quizás nos tiene volviéndonos locas ante el home office, o a otras lidiando con estar en casa y siendo profesionistas, esposas y mamás.

Y todo ello hace más evidente que las circunstancias externas no son las que deben dictar si podemos ser felices o no; sin embargo esto no aplica sólo ahora, pudo aplicar antes e incluso lo lleguemos a aplicar después. Asumir que nuestra felicidad nos la dará alguien o algo que está allá afuera y que hoy no tenemos es dejar ir nuestra oportunidad de ser felices, porque en realidad todo depende de nosotras.

Como te decía en “Aquí estás, ¿y ahora?”, creo que todas estamos donde debemos estar en cualquier momento de nuestras vidas. Y es indiscutible que debemos ir hacia adentro; porque de repente viviendo en un mundo material y social, es fácil delegar responsabilidades a todo lo que nos rodea y creer que dependemos de ello para estar bien.

Pero sabes, ante una tormenta, uno elige si la quiere ver como algo que le mojará, resfriará, arruinará el outfit y el día, o si elegirá disfrutarla bailando bajo la lluvia.

Ante una montaña que se ve muy alta como para llegar a la cima, uno elige si la escala paso a paso mientras disfruta del paisaje o se da la vuelta incluso sin intentarlo.

Frente a una pandemia que pareciera nos limita de muchas cosas, uno elige si sólo se concentra en ver lo que hace el gobierno, lo que se está perdiendo y lo que no tiene, o encuentran en su lugar seguro la confianza para seguir avanzando, disfrutando y agradeciendo cada día. 

Y entonces, así creo que es la felicidad. Para mí si antes me preguntaban qué es lo que desearía a cualquier persona en el mundo, decía “que sea feliz”, y sabes, ahora ha cambiado un poco mi percepción.

Ya no pienso en una felicidad basada en cuestiones materiales, en personas, en situaciones de vida que sean alimento para el ego en un sentido ególatra, egoísta o egocentrista, sino como esa paz que uno encuentra en sí misma para poder ver lo bueno en cada momento, persona o situación externa.

Es así que he entendido que mi felicidad no depende de nada ni nadie, sino de cómo me encuentro yo para hacer frente a cualquier circunstancia que se me presente, y entonces la única responsable de ser feliz soy yo misma.

Afortunadamente tenemos el poder de elegir cómo sentirnos y entonces, debemos agradecer y asumir esa responsabilidad para encontrar nuestra paz y poder sonreírle a la vida siempre, sin importar lo que tengamos frente a nosotras.

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