Corazón abierto

Me enfoqué en los «no»

Hay momentos en nuestra vida donde creemos que las cosas no están saliendo como queremos ni como esperábamos. Donde nos sentimos solas, tenemos más dudas que respuestas, no sabemos si seguir y mucho menos por dónde hacerlo.

Yo soy de esas personas que así como puedo reflejar gran positivismo, alegría, optimismo ante la vida (creo yo, jaja); también tengo momentos donde me gana la depresión, frustración, tristeza, incertidumbre y me paralizo simplemente asumiendo que lo mínimo por hacer es vivir el día a día

Hace ya un tiempo, durante esos momentos de bajón emocional llegaron tres episodios y tres personas que me hicieron caer en cuenta de una lección que me hizo entender la raíz de algunos de los que yo visualizaba como “mis malos momentos” y sobre todo, entender porque no lograba avanzar. 

Primero, en un día de fiesta con un par de amigos. Como en una buena borrachera con personas entrañables, no hay forma más bizarra y a la vez más enriquecedora de concluir la velada que llorando y diciendo muchas cosas que traes guardadas. 

Y así, un amigo que llegó a mi vida hace ya más de 15 años, ante toda esa maraña de emociones contenidas me escuchó. Para después en un regaño de esos de amigos a quienes no les gusta verte llorar, quienes creen en ti, te conocen, te quieren y te desean lo mejor, me dijo un sinfín de cosas que hoy le aprecio, agradezco y valoro.

Aunque ni cómo repetirlas porque me quedaría corta, simplemente me hizo ver que aquellas personas que hablan mal de mí, lo hacen porque no me conocen y además eso habla más de ellos, que de mí.

Me hizo ver lo fundamental de no permitir que me lastimen ofensas, agresiones o simplemente vibra negativa. 

Que siempre es mejor enfocarme en aquello que sí aporta, suma y llena el corazón; me hizo reconocer, agradecer y valorar aquello que si tengo, aquellas personas que están en mi vida y me dan vida

Alguien a quien yo admiro y quiero, que me hablara de admiración hacia mí y de la confianza que tiene en mí y mis capacidades, fue una inyección pura de amor y motivación.

Después, un día en la oficina, sacada de onda por un par de situaciones rompí en llanto, elegí irme a una oficina privada para pensar un poco, reenfocarme en el trabajo y lo más rápido posible darle vuelta a lo sucedido.

Entonces llegó un amigo, que si bien a él tiene tan solo poco seis años que lo conozco, en este tiempo hemos compartido tanto cada uno de nuestras vidas, que abrirme con él y expresarle mis sentimientos es sencillo.

Así, le conté todo lo que me tenía así; él me escuchó, me permitió desahogarme y después fiel a su costumbre, dijo algo gracioso para hacerme sonreír.

Ya teniendo yo una sonrisa, me dijo algunas palabras que me hicieron ver que me estaba centrando en ese momento solo en lo negativo, en los “no”, en aquellos que me lastimaban, en situaciones que no estaba en mis manos controlar y por ende ante un resultado negativo me hacían sentir vulnerable, todo lo visualizaba como una pérdida, derrota, herida.

Y entonces estaba perdiendo de vista todo lo que “sí”, todo lo que sumaba, todo lo que había logrado hasta ahora, todo lo que representaba para muchas personas, todo lo que transmitía y daba a otros. 

Como yo muchas veces le he dicho antes, me dijo “créetela, cree en ti”. Entre sus palabras y sobre todo su presencia en ese momento, me hizo valorar a personas como él que ahí están a pesar de todo, valorar lo que he hecho, pero sobre todo replantearme lo que viene y qué tengo que hacer para que venga aquello que deseo. 

Y finalmente, la tercera persona fue mi hermana. Ella mágicamente siempre se aparece cuando me encuentro emocionalmente frágil, y así ese día me escribió. Le conté cómo me sentía y ella siempre con las palabras acertadas me dijo que necesitaba conectar conmigo misma y que visualizara aquello que quería, que lo manifestara, que no era necesario preguntarme cómo y cuándo quería que sucediera, sino que simplemente me imaginara ahí, que no pensara en los “por qué no”, sino en los “por qué si”

Y ahí entendí que muchas veces nos pasamos la vida soñando hacer algo, ir a algún lugar, dedicarnos al que podría ser nuestro trabajo ideal, vivir en determinada ciudad o simplemente pasar nuestros días haciendo algo que disfrutamos, pero le encontramos muchos peros, muchas trabas, muchos “no”. 

Entonces enfocamos demasiada energía en todo eso que no suma, en estar en un trabajo que no disfrutamos, en lidiar con personas que no nos quieren o peor aún que no nos respetan y ofenden, que sufrimos por todas las puertas, personas y experiencias que nos han dicho “no” y nos sumergimos en un mundo del “no”.

Es fácil de repente dejarse sumergir por aquello que no se logra, aquellos que no nos quisieron, quienes no suman y si restan, aquello que no era para nosotros o para lo que no era su momento, aquello que no es lo que soñamos pero nos conformamos porque ya lo tenemos, aquello que no sabemos cómo rechazar y entonces toleramos.

Y así podemos llegar a pasar la vida viviendo en los “no”, recordando los “no” del pasado y no avanzando.

Así que hoy simplemente te quiero invitar a no entrar en esa burbuja del “no”.

Si algo no se dio, ya vendrán nuevas oportunidades. Si esa persona no te trata bien, muévete y encuentra personas que si sumen y a quienes puedas sumarles. ¿El no te quiso? Agradece, suelta, avanza y llegará en el momento indicado alguien que te quiera tal cual eres. Si ese negocio no se logró, piensa qué pudiste hacer distinto e inténtalo nuevamente; o si ese proyecto no se concretó, reconoce que quizás no era su momento y más adelante lo pudiera ser, o simplemente se trataba de una enseñanza. 

En la vida habrá muchos momentos donde escuchemos “no”, pero en el aquí y el ahora ya no tiene sentido enfocar nuestros pensamientos y energía en lo que no se dio, sino tomar los aprendizajes de ello y hacia adelante ver todo lo que “sí” y seguro el universo conspirará a tu favor y estarás donde sueñas estar, con quien mereces estar y haciendo lo que deseas hacer cuando menos lo pienses. 

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